Conocerse a uno mismo

Para poder educar hay que conocerse a uno mismo. Nadie da lo que no tiene. En el Templo de Delfos aparecía el aforismo que a muchos filósofos hizo pensar: "Conócete a ti mismo". Tales de Mileto en el siglo VI a.C. dirá: "La cosa más difícil del mundo es conocerse a uno mismo". Conocerse a uno mismo es un primer e importante paso para lograr ser artífice de la propia vida. Para conocerse hay que observar el comportamiento propio y ajeno. Saber lo que realmente nos pasa y por qué nos pasa, y así comprender mejor a los demás. Conocerse bien no lleva a encerrarse en la propia subjetividad, sino a verse a uno mismo con toda la objetividad posible. Para ello hay que reflexionar valientemente sobre nuestros sentimientos, evitar el echar la culpa a los demás, o el decir: yo soy así, no puedo cambiar. Aceptarnos como somos, con nuestra historia y aceptar a los demás.
Y sobretodo procurar ver las cosas buenas de los demás, que siempre las hay, y aprender de ellas. Cuando veamos defectos en los demás, pensar si no hay esos mismos defectos en nuestra vida, y procurar corregirlos. En suma, sabernos amados de Dios capaces de amar.

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